Suena el despertador. ¿Eres tú el que te despiertas? ¿Estás seguro? Mira bien, no vayas a ser un actor interpretando el papel del día, o lo que es peor, una marioneta movida por los hilos invisibles de un director llamado Destino. A fin de cuentas hay que levantarse, ¿no? ¿Pero sabes por qué? ¿Para qué? ¿Lo tienes realmente claro? ¿Y si me quedo durmiendo? ¿Soñaré que estoy viviendo? Tal vez la muerte esté tras tus talones, o quién sabe, si el productor que financie tu vida y tus excentricidades se halle tras la vuelta de la esquina. La vida. Miedo escénico. Una tragicomedia llena de fantasmas. Actores que siguen un guión ¿predeterminado, asumido? Quién sabe si tu existencia es un recuerdo o tan sólo un flashback en el pensamiento de otro. Todo es cuestión de perspectiva. ¿Realmente estás vivo? Despierta. Seguro que te enfrentas a una rutina insoportable, a una existencia vacía de esas que tanto gustan de retratar en el cine de autor. Lo malo que tiene la rutina es que siempre hay un hecho que la hace saltar en pedazos. Si no, no sería una película, pero tampoco sería vida. Y esa cámara que me sigue ¿Cuándo graba? ¿Es amiga o enemiga? ¿Que ángulo está escogiendo? ¿Un plano picado, lejano, un zoom? ¿Que está buscando de mi personaje? Y si me entrego a ella como a un Dios, y si vivo para agradarla... ¿Qué final habrá escogido el guionista para mi vida? ¿Héroe o villano? ¿Lo decidió antes de mi propia existencia? ¿Lo escogió entre varias posibilidades? ?Dudó? ¿Cuál será la sinopsis? ¿Qué epifacio escribirá el crítico en mi ataúd? ¿Rosebud? ¿Seré, cuando todo acabe una sola frase? ¿Un buen actor? ¿Es eso todo?
INTERIOR DÍA.
HABITACIÓN DE UN HOTEL DE CARRETERA.
Plano general y legero Zoom que se aproxima al personaje.
Música en segundo plano que resuelve (Goodnight.
To Bring You My Love)
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